CAPÍTULO
VII
CAMBIO DE
ADMINISTRACIÓN
LA
ORDEN DE SAN JUAN DE DIOS
Aunque no fue hasta 1680 cuando los
Hermanos de San Juan de Dios se encargaron del gobierno del hospital,
el interés de la ciudad por esta congregación comenzó años antes,
tras una serie de circunstancias que favorecieron su incorporación
al pueblo malagueño.
La primera iniciativa de la orden de
los Hermanos de San Juan de Dios de asentarse en Málaga data de
1624 a raíz de una petición del pueblo malagueño a la corona,
mediante la cual se solicitaba la presencia de los hermanos en el
Hospital de la Caridad, alegando a su favor los problemas de
administración que sufría el establecimiento frente a la
experiencia demostrada en este campo, por los Hermanos de San Juan de
Dios en otras provincias españolas. Esta solicitud, no fue unánime
al estar formada la Corporación en dos de sus miembros, por Hermanos
Mayores de la Cofradía de la Caridad, que como se ha dicho
regentaban en este momento el hospital y lógicamente pretendían la
continuidad asistencial.
Con motivo de la
peste de 1637, algunos hermanos de la orden llegaron a Málaga para
asistir a los enfermos. En 1650, éstos solicitaron el gobierno del
Hospital de la Caridad a la Corporación municipal. Sin embargo, su
presencia no fue requerida, hasta la llegada de una nueva epidemia de
peste en 1678. Con este motivo llegaron a Málaga los hermanos fray
Francisco de la Cruz y fray Gaspar de Novoa, expertos en
administración hospitalaria, entre otros.
Muchas circunstancias hicieron que
dicha presencia fuera realmente necesaria: la mala administración
por parte de la Hermandad de la Caridad, puesta de manifiesto en las
visitas realizadas al hospital sucesivamente durante los años 1670,
1676, 1678; el incumplimiento desde 1645 de las normas dictadas por
Felipe IV para su organización; la disminución de miembros de la
hermandad como consecuencia de la propia epidemia; las desavenencias
entre la hermandad y la Corporación municipal por el uso del corral
de comedias, y el fuerte apoyo del obispado por facilitar la llegada
de la orden.
Por mediación
del entonces obispo de Málaga, fray Alonso de Santo Tomas, y tras
el informe requerido por el rey Carlos II, los Hermanos de San Juan
de Dios consiguieron la autorización para gobernar el Hospital de la
Caridad según el Real Decreto de siete de octubre de 1679.
Los términos
referentes a su gobierno y administración fueron establecidos por la
Real Orden del 17 de octubre del mismo año. Mediante la misma se
aclaraba que tenían que atender la administración del hospital así
como su cuidado, para ello debieron inventariar toda clase de bienes
muebles e inmuebles, como rentas, títulos y escrituras. Quedó
establecido que no se edificara ni instaurase convento.
Las Reales
Cédulas de Carlos II (31-12-1679) otorgaron definitivamente el
gobierno del hospital a la orden de los Hermanos de San Juan de Dios,
y determinaron su entrega a través del obispo de Málaga, fray
Alonso de Santo Tomás. Dicha entrega fue confirmada más tarde por
el papa Inocencio XI mediante bula de 15 de diciembre de 1681, en la
que se aceptaron las condiciones establecidas por el rey.
El obispo de
Málaga hizo entrega del hospital a los hermanos el 18 de enero de
1680. A dicho acto asistió fray Francisco de la Cruz, por parte de
los religiosos, y don Martín Vallejo y Angulo, y don Jacinto Peso
como representantes de la Hermandad de la Caridad, que dieron
constancia de la entrega de un inventario público realizado ante el
escribano don Pedro Ballesteros. En este momento, los libros de los
repartimientos de Málaga, que estaban custodiados en el Hospital de
la Caridad, pasaron al archivo catedralicio. El obispo de Málaga
suscribió la toma de posesión ante el escribano Manuel Fernández
de Velasco el 7 de marzo de 1682.
Con estas
disposiciones lo que ocurrió fue, simplemente, un traspaso de
administración de unos miembros a otros. Seguía existiendo la
figura de un visitador real dependiente del rey o su consejo de
cámara, que velaba por el correcto cumplimiento de los estatutos.
Éste no tenía jurisdicción sobre las personas eclesiásticas, que
dependían de su superior. Tras pasar a las manos de los Hermanos de
San Juan de Dios, el Hospital de la Caridad tuvo como único fundador
al patrón de la orden. Por eso, desde ese momento pasó a llamarse
Hospital San Juan de Dios.
DE LA
DISPONIBILIDAD DE RECURSOS
En cuanto a
dotación asistencial, el hospital disponía de 100 camas construidas
de madera: 40 para hombres y 20 para mujeres, ambos afectos de
calenturas; 18 para hombres con llagas o heridas; 12 para
convalecientes y 10 destinadas a enfermos quirúrgicos. También
disponía de una farmacia abierta al exterior para realizar la venta
a quien necesitara remedios de forma ambulatoria.
Sus recursos
humanos eran: un médico asalariado, un enfermero mayor y cinco
religiosos, de los cuales uno era cirujano y el resto practicantes.
Los hermanos de la orden eran los responsables del cobro de las
rentas y de los libros de registro, como el de hacienda, el de
recepción de enfermos y el recetario, disponibles ante la
inspecciones de los visitadores reales.
De igual forma,
las necesidades espirituales de los enfermos eran atendidas por un
sacerdote perteneciente a la orden.
LAS DEPENDENCIAS
Y SU PERSONAL
El practicante
mayor era el responsable de los registros de enfermos y defunciones.
En los libros conservados hasta nuestros días podemos afirmar que
hacia 1700 se habían atendido hasta mil enfermos en las cien camas
del hospital.
Entre este mismo
año y los sucesivos hasta 1715 se logran separar en distintas
dependencias, el conjunto de los enfermos convalecientes y se dispuso
de dos nuevas enfermerías, asistidas por unos dieciocho religiosos,
de los cuales dos debían dispensar los santos sacramentos.
La iglesia, se
encontraba muy adornada, tanto en imágenes como en ornamentos,
acompañada de una sacristía con lujoso ajuar de plata para el culto
divino. Era costumbre de aquella época utilizar la iglesia como
cementerio de personas ilustres y que de alguna forma habían
contribuido en el sostenimiento del hospital. Entre sus
enterramientos figuraba entre otros, la del benefactor don Francisco
María Molinari, Cónsul de Génova. Con la donación a su muerte de
dos mil ducados, se terminó de acondicionar la enfermería de las
mujeres, un cuarto para comedor y algunas celdas.
Pasados los años, se incremento
considerablemente las personas enfermas atendidas siendo de 30.897
durante el periodo entre 1730-1734, de las cuales fallecieron 4.380.
En la década siguiente las defunciones fueron de 7.275 siendo los
enfermos atendidos 45.406.
El volumen de
enfermos fue creciendo al proceder tanto del ámbito civil como
militar. También eran ingresados los enfermos de prisión que
necesitaban asistencia hospitalaria. Así pues, en 1780 la plantilla
del hospital constaba de 26 frailes, un médico, dos enfermeras y un
barbero. El personal de cocina lo constituían dos cocineros, un
ayudante y el responsable de la despensa. La lencería la formaban
dos lavanderas y una costurera. Con esta dotación y en este momento,
el hospital contaba con unos gastos de 98. 843,17 reales y unos
ingresos de 81.964,24 reales anuales. Como se puede apreciar, el
hospital era deficitario.
LA ESCULTURA DE
SAN JUAN DE DIOS: MENA O ZAYAS
Pedro de Mena y
Madrano, escultor granadino que dejó grandes obras en Málaga, fue
además de gran artista miembro de la Hermandad de la Caridad y fiel
admirador de la Orden de San Juan de Dios.
Con motivo de
una grave enfermedad y en agradecimiento al santo, decidió donar una
imagen al hospital con la advocación de San Juan de Dios, según
muestra la documentación existente recogida por el cronista
malagueño Narciso Díaz Escovar.
La imagen que
existe en la actualidad y que se encuentra en la iglesia de San Juan
tiene en su cintura una placa de marfil en la que figura el nombre de
Miguel Zayas, discípulo de Pedro de Mena, y una fecha, 1693, que
coincide con la muerte del maestro.
Nos queda la
duda de si dicha figura era una segunda imagen del santo realizada
por Pedro de Mena o la restauración de la primera llevada a cabo por
su discípulo. En cualquiera de los casos, se trata de una imagen de
gran valía con evidencias del estilo de Pedro de Mena.
NUEVOS BROTES EPIDÉMICOS
Durante la
centuria y media que los Hermanos de San Juan de Dios regentaron el
Hospital de la Caridad, Málaga sufrió once brotes epidémicos de
diferente etiología.
Durante los años
1719, 1738, 1741 y 1751, se produjeron focos epidémicos que
diezmaron a la población malagueña dejando un gran número de
muertos. Las causas pasaban por una mala alimentación, la entrada de
tropas enfermas, los intereses privados de algunos y el
desconocimiento del los agentes causales. Las características de
dichos focos epidémicos fueron similares: diarrea de gran
consideración, fiebre alta, vomito negro y tabardillos (fiebres
tifoideas).
Una vez más, la
insuficiencia de la asistencia sanitaria de los hospitales estables
de la ciudad creaba la necesidad de habilitar hospitales específicos
para la enfermedad epidémica en cuestión. Eran los llamados
lazaretos. Además, para los pacientes que superaban la crisis y
sobrevivían, se improvisaban los llamados hospitales de
convalecientes de existencia temporal, operativos mientras durara el
brote epidémico. Así se estableció el hospital en el edificio de
las Atarazanas para la fiebre de 1719; los hospitales en los barrios
de la Cruz Verde y la Trinidad para la del 38, y el Hospital del Rey
situado en calle Mármoles para la fiebre del 41.
Parte de la
escuadra francesa procedente de la Isla de Martirica y causante de la
epidemia del 41 se resguardó en el Hospital de la Caridad con un
considerable número de muertos.
Después de una
epidemia de fiebres tercianas de escasa importancia en el año 1786,
se produjeron epidemias de fiebre amarilla durante los años 1801,
1803, 1804, 1813 y 1821.
Los lazaretos
construidos exprofeso con motivo de cada brote epidémico, no
constituían un modelo de sanidad pública y sus instalaciones no
eran ni mucho menos un reclamo para la curación. Los enfermos,
aterrorizados por las condiciones higiénicas y la poca esperanza de
sobrevivir, preferían morir en sus casas.
De las 11.503
personas fallecidas en Málaga en el año 1804 a causa de este brote
epidémico, 375 pacientes lo hicieron en el Hospital de la Caridad,
junto a 20 Hermanos de San Juan de Dios. La incidencia tan alta de
enfermedad en este año fue favorecida por las altas temperaturas
mantenidas en la ciudad durante toda la epidemia.
La búsqueda de
la intervención divina, siempre presente en la mente de los
malagueños, se manifestó en procesiones y plegarias a los santos y
vírgenes ya evocados en épocas anteriores, como el Cristo de la
Salud y la patrona de Málaga, Nuestra Señora de la Victoria.
Antes de que los
Hermanos de San Juan de Dios abandonaran la administración del
Hospital de la Caridad, éstos fueron testigos de un nuevo brote
epidémico, esta vez de un cólera importado de Huelva a través de
los afectados que desembarcaron en Málaga procedente de la llamada
embarcación “La Quemada”. Si bien este brote transcurrió en el
año 1833, tuvo un segundo pico durante el último trimestre de 1834.
Dicho brote constituyó la primera epidemia de cólera que visitó
Málaga durante el siglo XIX y que trataremos más adelante.
EMPEORAMIENTO DE
LA ASISTENCIA
El Hospital de
la Caridad era limitado asistencialmente, como se ponía en evidencia
durante épocas de incremento de enfermos ante epidemias y la llegada
de tropas. Su situación en la segunda mitad del siglo XVIII iba
manifestando grandes deficiencias, no sólo en cuanto a los espacios
de las enfermerías, sino a las condiciones higiénicas que
presentaba el establecimiento.
Su espacio
angosto en el centro de la ciudad, la situación entre almacenes de
grano y los enterramientos en su capilla convirtieron al hospital en
centro de interés para otro tipo de visitantes: las ratas. Además
de pasearse con toda tranquilidad por las dependencias y de ser
habituales huéspedes de la despensa, los roedores tenían la osadía
de atacar a enfermos terminales e, incluso, de desenterrar a los
muertos.
En el último
cuarto del siglo XVIII se plantearon de forma reiterada otros
enclaves para la ubicación del Hospital de la Caridad. Incluso se
pensó en la unificación de todos los hospitales de la ciudad
existentes en ese momento: San Julián, Santo Tomé, Santa Ana,
Convalecientes, Expósitos, Inválidos y el Hospital de la Caridad.
La idea de un traslado pasó varias veces por la mente de las
autoridades malagueñas, siempre con grandes impedimentos por parte
de la Orden de San Juan de Dios, que, desobedeciendo su constitución
inicial, establecieron convento y noviciado en la dependencia
hospitalaria.
Con el fin de
valorar la posibilidad de un nuevo hospital, se constituyó una junta
formada por el gobernador de la ciudad, el veedor del ministerio de
marina, algunos regidores de la ciudad y un presbítero. Se
establecieron cuatro puntos de estudio: la situación (¿es idóneo
el enclave en el centro de la ciudad?); su cobertura asistencial
(¿está capacitado para atender la demanda del momento?); la
administración (¿es conveniente que los hermanos de San Juan de
Dios sigan adelante con su administración?), y por último, si había
o no arbitrios para construir un hospital de nueva planta sin
necesidad de gravar a la Real Hacienda. Todos los debates anteriores
sólo sirvieron para que el hospital siguiera en la misma situación
en la que se encontraba.
Desde 1808 a
1813, la orden se disgregó y la gestión del hospital pasó a cargo
de un administrador y un tesorero civil. La Corporación encargó la
asistencia de los enfermos de nuevo a los Hermanos de la Caridad. El
5 de febrero de 1810, entraron en Málaga las fuerzas de Napoleón y
el hospital fue incautado. Entonces pasó a denominarse Hospital
Civil General y sufrió varios traslados efímeros y desafortunados:
primero al Hospital de Santa Ana; en 1812 al de la Trinidad, y un año
más tarde de vuelta al Hospital de Sta. Ana.
El edificio del
hospital-convento de San Juan de Dios quedó desalojado de enfermos y
de frailes, y sufrió varias remodelaciones, primero con la intención
fallida de crear un taller de aprendizaje para jóvenes maleantes, y
más adelante como fábrica de tejidos y manufacturas para emplear a
familias indigentes.
NUEVA ETAPA DE
LA ORDEN DE SAN JUAN DE DIOS
El 4 de mayo de
1814 el hospital fue cedido de nuevo a la Orden de San Juan de Dios.
El edificio, acondicionado para su uso fabril, quedó despojado de
estancias entre las que figuraba su iglesia.
La etapa de
restitución del viejo hospital fue laboriosa, larga y cargada de
numerosos pleitos que la orden mantuvo con distintas instituciones
del momento.
Una vez
remodelado el edificio este contaba con una enfermería catalogada
como: “la de pobres”, con un apartado para hombres y otro para
mujeres, ambas presididas por su altar con las imágenes de Ntra.
Sra. de la Concepción en forma de cuadro y la talla de Ntra. Sra. de
los Dolores respectivamente. También contaba con salas para tropas y
presidiarios.
Acompañando a
las enfermerías, había tres patios: el que incluía la botica, el
llamado de San José con una fuente, y el del claustro principal,
donde estaba ubicada la celda prioral y otras dependencias que daban
cobijo a la comunidad El hospital disponía de nuevas dependencias
restauradas destinadas a cocina, almacenes y despensa.
La iglesia
aunque restaurada casi en su totalidad carecía de riquezas,
acompañándose de algunas pinturas en fresco. Tan sólo exhibía
algunas pinturas al fresco y una sacristía con dos ventanas
adornadas con vidrieras que custodiaban enseres sagrados de uso
litúrgico.
La ocupación de
España por las tropas de Napoleón Bonaparte, mas adelante la
imposición del Régimen Constitucional y el deterioro interno de la
misma orden, culmino con la salida de los hermanos del Hospital Civil
San Juan de Dios en 1835.
Una vez
extinguida la Orden de San Juan de Dios, parte de los enseres
litúrgicos fueron trasladados a la sacristía de la catedral para su
custodia. Más tarde, en 1845, fueron reclamados por la Junta
Municipal de Beneficencia y devueltos al hospital.
¡¡ No sólo se alimenta el cuerpo....hay que alimentar también el espiritu !! Gracias por ésta lección de historia....me encanta saber y conocer sobre todo historias de nuestra querida Málaga.
ResponderEliminarGracias Toñi,por tus visitas veo que compartes el cultivo de alma y cuerpo.Aunque creo que la cocina es una forma también de cultivar el espiritu.
EliminarUn beso y mil gracias por tu atención.