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miércoles, 2 de diciembre de 2015

Capitulo VII

CAPÍTULO VII
CAMBIO DE ADMINISTRACIÓN


LA ORDEN DE SAN JUAN DE DIOS
Aunque no fue hasta 1680 cuando los Hermanos de San Juan de Dios se encargaron del gobierno del hospital, el interés de la ciudad por esta congregación comenzó años antes, tras una serie de circunstancias que favorecieron su incorporación al pueblo malagueño.
La primera iniciativa de la orden de los Hermanos de San Juan de Dios de asentarse en Málaga data de 1624 a raíz de una petición del pueblo malagueño a la corona, mediante la cual se solicitaba la presencia de los hermanos en el Hospital de la Caridad, alegando a su favor los problemas de administración que sufría el establecimiento frente a la experiencia demostrada en este campo, por los Hermanos de San Juan de Dios en otras provincias españolas. Esta solicitud, no fue unánime al estar formada la Corporación en dos de sus miembros, por Hermanos Mayores de la Cofradía de la Caridad, que como se ha dicho regentaban en este momento el hospital y lógicamente pretendían la continuidad asistencial.
Con motivo de la peste de 1637, algunos hermanos de la orden llegaron a Málaga para asistir a los enfermos. En 1650, éstos solicitaron el gobierno del Hospital de la Caridad a la Corporación municipal. Sin embargo, su presencia no fue requerida, hasta la llegada de una nueva epidemia de peste en 1678. Con este motivo llegaron a Málaga los hermanos fray Francisco de la Cruz y fray Gaspar de Novoa, expertos en administración hospitalaria, entre otros.
Muchas circunstancias hicieron que dicha presencia fuera realmente necesaria: la mala administración por parte de la Hermandad de la Caridad, puesta de manifiesto en las visitas realizadas al hospital sucesivamente durante los años 1670, 1676, 1678; el incumplimiento desde 1645 de las normas dictadas por Felipe IV para su organización; la disminución de miembros de la hermandad como consecuencia de la propia epidemia; las desavenencias entre la hermandad y la Corporación municipal por el uso del corral de comedias, y el fuerte apoyo del obispado por facilitar la llegada de la orden.
Por mediación del entonces obispo de Málaga, fray Alonso de Santo Tomas, y tras el informe requerido por el rey Carlos II, los Hermanos de San Juan de Dios consiguieron la autorización para gobernar el Hospital de la Caridad según el Real Decreto de siete de octubre de 1679.
Los términos referentes a su gobierno y administración fueron establecidos por la Real Orden del 17 de octubre del mismo año. Mediante la misma se aclaraba que tenían que atender la administración del hospital así como su cuidado, para ello debieron inventariar toda clase de bienes muebles e inmuebles, como rentas, títulos y escrituras. Quedó establecido que no se edificara ni instaurase convento.
Las Reales Cédulas de Carlos II (31-12-1679) otorgaron definitivamente el gobierno del hospital a la orden de los Hermanos de San Juan de Dios, y determinaron su entrega a través del obispo de Málaga, fray Alonso de Santo Tomás. Dicha entrega fue confirmada más tarde por el papa Inocencio XI mediante bula de 15 de diciembre de 1681, en la que se aceptaron las condiciones establecidas por el rey.
El obispo de Málaga hizo entrega del hospital a los hermanos el 18 de enero de 1680. A dicho acto asistió fray Francisco de la Cruz, por parte de los religiosos, y don Martín Vallejo y Angulo, y don Jacinto Peso como representantes de la Hermandad de la Caridad, que dieron constancia de la entrega de un inventario público realizado ante el escribano don Pedro Ballesteros. En este momento, los libros de los repartimientos de Málaga, que estaban custodiados en el Hospital de la Caridad, pasaron al archivo catedralicio. El obispo de Málaga suscribió la toma de posesión ante el escribano Manuel Fernández de Velasco el 7 de marzo de 1682.
Con estas disposiciones lo que ocurrió fue, simplemente, un traspaso de administración de unos miembros a otros. Seguía existiendo la figura de un visitador real dependiente del rey o su consejo de cámara, que velaba por el correcto cumplimiento de los estatutos. Éste no tenía jurisdicción sobre las personas eclesiásticas, que dependían de su superior. Tras pasar a las manos de los Hermanos de San Juan de Dios, el Hospital de la Caridad tuvo como único fundador al patrón de la orden. Por eso, desde ese momento pasó a llamarse Hospital San Juan de Dios.
DE LA DISPONIBILIDAD DE RECURSOS
En cuanto a dotación asistencial, el hospital disponía de 100 camas construidas de madera: 40 para hombres y 20 para mujeres, ambos afectos de calenturas; 18 para hombres con llagas o heridas; 12 para convalecientes y 10 destinadas a enfermos quirúrgicos. También disponía de una farmacia abierta al exterior para realizar la venta a quien necesitara remedios de forma ambulatoria.
Sus recursos humanos eran: un médico asalariado, un enfermero mayor y cinco religiosos, de los cuales uno era cirujano y el resto practicantes. Los hermanos de la orden eran los responsables del cobro de las rentas y de los libros de registro, como el de hacienda, el de recepción de enfermos y el recetario, disponibles ante la inspecciones de los visitadores reales.
De igual forma, las necesidades espirituales de los enfermos eran atendidas por un sacerdote perteneciente a la orden.




LAS DEPENDENCIAS Y SU PERSONAL
El practicante mayor era el responsable de los registros de enfermos y defunciones. En los libros conservados hasta nuestros días podemos afirmar que hacia 1700 se habían atendido hasta mil enfermos en las cien camas del hospital.
Entre este mismo año y los sucesivos hasta 1715 se logran separar en distintas dependencias, el conjunto de los enfermos convalecientes y se dispuso de dos nuevas enfermerías, asistidas por unos dieciocho religiosos, de los cuales dos debían dispensar los santos sacramentos.
La iglesia, se encontraba muy adornada, tanto en imágenes como en ornamentos, acompañada de una sacristía con lujoso ajuar de plata para el culto divino. Era costumbre de aquella época utilizar la iglesia como cementerio de personas ilustres y que de alguna forma habían contribuido en el sostenimiento del hospital. Entre sus enterramientos figuraba entre otros, la del benefactor don Francisco María Molinari, Cónsul de Génova. Con la donación a su muerte de dos mil ducados, se terminó de acondicionar la enfermería de las mujeres, un cuarto para comedor y algunas celdas.
Pasados los años, se incremento considerablemente las personas enfermas atendidas siendo de 30.897 durante el periodo entre 1730-1734, de las cuales fallecieron 4.380. En la década siguiente las defunciones fueron de 7.275 siendo los enfermos atendidos 45.406.
El volumen de enfermos fue creciendo al proceder tanto del ámbito civil como militar. También eran ingresados los enfermos de prisión que necesitaban asistencia hospitalaria. Así pues, en 1780 la plantilla del hospital constaba de 26 frailes, un médico, dos enfermeras y un barbero. El personal de cocina lo constituían dos cocineros, un ayudante y el responsable de la despensa. La lencería la formaban dos lavanderas y una costurera. Con esta dotación y en este momento, el hospital contaba con unos gastos de 98. 843,17 reales y unos ingresos de 81.964,24 reales anuales. Como se puede apreciar, el hospital era deficitario.
LA ESCULTURA DE SAN JUAN DE DIOS: MENA O ZAYAS
Pedro de Mena y Madrano, escultor granadino que dejó grandes obras en Málaga, fue además de gran artista miembro de la Hermandad de la Caridad y fiel admirador de la Orden de San Juan de Dios.
Con motivo de una grave enfermedad y en agradecimiento al santo, decidió donar una imagen al hospital con la advocación de San Juan de Dios, según muestra la documentación existente recogida por el cronista malagueño Narciso Díaz Escovar.
La imagen que existe en la actualidad y que se encuentra en la iglesia de San Juan tiene en su cintura una placa de marfil en la que figura el nombre de Miguel Zayas, discípulo de Pedro de Mena, y una fecha, 1693, que coincide con la muerte del maestro.
Nos queda la duda de si dicha figura era una segunda imagen del santo realizada por Pedro de Mena o la restauración de la primera llevada a cabo por su discípulo. En cualquiera de los casos, se trata de una imagen de gran valía con evidencias del estilo de Pedro de Mena.
NUEVOS BROTES EPIDÉMICOS
Durante la centuria y media que los Hermanos de San Juan de Dios regentaron el Hospital de la Caridad, Málaga sufrió once brotes epidémicos de diferente etiología.
Durante los años 1719, 1738, 1741 y 1751, se produjeron focos epidémicos que diezmaron a la población malagueña dejando un gran número de muertos. Las causas pasaban por una mala alimentación, la entrada de tropas enfermas, los intereses privados de algunos y el desconocimiento del los agentes causales. Las características de dichos focos epidémicos fueron similares: diarrea de gran consideración, fiebre alta, vomito negro y tabardillos (fiebres tifoideas).
Una vez más, la insuficiencia de la asistencia sanitaria de los hospitales estables de la ciudad creaba la necesidad de habilitar hospitales específicos para la enfermedad epidémica en cuestión. Eran los llamados lazaretos. Además, para los pacientes que superaban la crisis y sobrevivían, se improvisaban los llamados hospitales de convalecientes de existencia temporal, operativos mientras durara el brote epidémico. Así se estableció el hospital en el edificio de las Atarazanas para la fiebre de 1719; los hospitales en los barrios de la Cruz Verde y la Trinidad para la del 38, y el Hospital del Rey situado en calle Mármoles para la fiebre del 41.
Parte de la escuadra francesa procedente de la Isla de Martirica y causante de la epidemia del 41 se resguardó en el Hospital de la Caridad con un considerable número de muertos.
Después de una epidemia de fiebres tercianas de escasa importancia en el año 1786, se produjeron epidemias de fiebre amarilla durante los años 1801, 1803, 1804, 1813 y 1821.
Los lazaretos construidos exprofeso con motivo de cada brote epidémico, no constituían un modelo de sanidad pública y sus instalaciones no eran ni mucho menos un reclamo para la curación. Los enfermos, aterrorizados por las condiciones higiénicas y la poca esperanza de sobrevivir, preferían morir en sus casas.
De las 11.503 personas fallecidas en Málaga en el año 1804 a causa de este brote epidémico, 375 pacientes lo hicieron en el Hospital de la Caridad, junto a 20 Hermanos de San Juan de Dios. La incidencia tan alta de enfermedad en este año fue favorecida por las altas temperaturas mantenidas en la ciudad durante toda la epidemia.
La búsqueda de la intervención divina, siempre presente en la mente de los malagueños, se manifestó en procesiones y plegarias a los santos y vírgenes ya evocados en épocas anteriores, como el Cristo de la Salud y la patrona de Málaga, Nuestra Señora de la Victoria.
Antes de que los Hermanos de San Juan de Dios abandonaran la administración del Hospital de la Caridad, éstos fueron testigos de un nuevo brote epidémico, esta vez de un cólera importado de Huelva a través de los afectados que desembarcaron en Málaga procedente de la llamada embarcación “La Quemada”. Si bien este brote transcurrió en el año 1833, tuvo un segundo pico durante el último trimestre de 1834. Dicho brote constituyó la primera epidemia de cólera que visitó Málaga durante el siglo XIX y que trataremos más adelante.
EMPEORAMIENTO DE LA ASISTENCIA
El Hospital de la Caridad era limitado asistencialmente, como se ponía en evidencia durante épocas de incremento de enfermos ante epidemias y la llegada de tropas. Su situación en la segunda mitad del siglo XVIII iba manifestando grandes deficiencias, no sólo en cuanto a los espacios de las enfermerías, sino a las condiciones higiénicas que presentaba el establecimiento.
Su espacio angosto en el centro de la ciudad, la situación entre almacenes de grano y los enterramientos en su capilla convirtieron al hospital en centro de interés para otro tipo de visitantes: las ratas. Además de pasearse con toda tranquilidad por las dependencias y de ser habituales huéspedes de la despensa, los roedores tenían la osadía de atacar a enfermos terminales e, incluso, de desenterrar a los muertos.
En el último cuarto del siglo XVIII se plantearon de forma reiterada otros enclaves para la ubicación del Hospital de la Caridad. Incluso se pensó en la unificación de todos los hospitales de la ciudad existentes en ese momento: San Julián, Santo Tomé, Santa Ana, Convalecientes, Expósitos, Inválidos y el Hospital de la Caridad. La idea de un traslado pasó varias veces por la mente de las autoridades malagueñas, siempre con grandes impedimentos por parte de la Orden de San Juan de Dios, que, desobedeciendo su constitución inicial, establecieron convento y noviciado en la dependencia hospitalaria.
Con el fin de valorar la posibilidad de un nuevo hospital, se constituyó una junta formada por el gobernador de la ciudad, el veedor del ministerio de marina, algunos regidores de la ciudad y un presbítero. Se establecieron cuatro puntos de estudio: la situación (¿es idóneo el enclave en el centro de la ciudad?); su cobertura asistencial (¿está capacitado para atender la demanda del momento?); la administración (¿es conveniente que los hermanos de San Juan de Dios sigan adelante con su administración?), y por último, si había o no arbitrios para construir un hospital de nueva planta sin necesidad de gravar a la Real Hacienda. Todos los debates anteriores sólo sirvieron para que el hospital siguiera en la misma situación en la que se encontraba.
Desde 1808 a 1813, la orden se disgregó y la gestión del hospital pasó a cargo de un administrador y un tesorero civil. La Corporación encargó la asistencia de los enfermos de nuevo a los Hermanos de la Caridad. El 5 de febrero de 1810, entraron en Málaga las fuerzas de Napoleón y el hospital fue incautado. Entonces pasó a denominarse Hospital Civil General y sufrió varios traslados efímeros y desafortunados: primero al Hospital de Santa Ana; en 1812 al de la Trinidad, y un año más tarde de vuelta al Hospital de  Sta. Ana.
El edificio del hospital-convento de San Juan de Dios quedó desalojado de enfermos y de frailes, y sufrió varias remodelaciones, primero con la intención fallida de crear un taller de aprendizaje para jóvenes maleantes, y más adelante como fábrica de tejidos y manufacturas para emplear a familias indigentes.

NUEVA ETAPA DE LA ORDEN DE SAN JUAN DE DIOS
El 4 de mayo de 1814 el hospital fue cedido de nuevo a la Orden de San Juan de Dios. El edificio, acondicionado para su uso fabril, quedó despojado de estancias entre las que figuraba su iglesia.
La etapa de restitución del viejo hospital fue laboriosa, larga y cargada de numerosos pleitos que la orden mantuvo con distintas instituciones del momento.
Una vez remodelado el edificio este contaba con una enfermería catalogada como: “la de pobres”, con un apartado para hombres y otro para mujeres, ambas presididas por su altar con las imágenes de Ntra. Sra. de la Concepción en forma de cuadro y la talla de Ntra. Sra. de los Dolores respectivamente. También contaba con salas para tropas y presidiarios.
Acompañando a las enfermerías, había tres patios: el que incluía la botica, el llamado de San José con una fuente, y el del claustro principal, donde estaba ubicada la celda prioral y otras dependencias que daban cobijo a la comunidad El hospital disponía de nuevas dependencias restauradas destinadas a cocina, almacenes y despensa.
 La iglesia aunque restaurada casi en su totalidad carecía de riquezas, acompañándose de algunas pinturas en fresco. Tan sólo exhibía algunas pinturas al fresco y una sacristía con dos ventanas adornadas con vidrieras que custodiaban enseres sagrados de uso litúrgico.
La ocupación de España por las tropas de Napoleón Bonaparte, mas adelante la imposición del Régimen Constitucional y el deterioro interno de la misma orden, culmino con la salida de los hermanos del Hospital Civil San Juan de Dios en 1835.
Una vez extinguida la Orden de San Juan de Dios, parte de los enseres litúrgicos fueron trasladados a la sacristía de la catedral para su custodia. Más tarde, en 1845, fueron reclamados por la Junta Municipal de Beneficencia y devueltos al hospital.






































2 comentarios:

  1. ¡¡ No sólo se alimenta el cuerpo....hay que alimentar también el espiritu !! Gracias por ésta lección de historia....me encanta saber y conocer sobre todo historias de nuestra querida Málaga.

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    1. Gracias Toñi,por tus visitas veo que compartes el cultivo de alma y cuerpo.Aunque creo que la cocina es una forma también de cultivar el espiritu.
      Un beso y mil gracias por tu atención.

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