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jueves, 6 de agosto de 2015

Apuntes biográficos sobre el Hospital Civil Provincial San Juan de Dios de Málaga CapituloIII

Buenos días seguidores.Seguimos hoy con este capitulo que describe como se fue desarrollando el germen del actual hospital.Gracias a todos.

Imágenes Primitivo Hospital de la Caridad.Archivo Diaz Escovar

CAPÍTULO III
TRASLADO A LOS ALREDEDORES DE LA IGLESIA MAYOR (1514)

 ENTRE LA MEDINA Y EL MAR

La fisonomía de la Málaga árabe iba cambiando poco a poco, pero la huella de las calles laberinto y la esfinge de la mezquita mayor todavía se hacían presentes. Muchos de sus rincones esperaban a ser restituidos por espacios para jardines, huertos e iglesias que demandaban las órdenes y cofradías religiosas.

La Plaza Mayor pasó a llamarse Plaza de las Cuatro Calles tras La Reconquista -hoy plaza de la Constitución-, y se encontraba en el centro de un rompecabezas de tortuosas calles llenas de emergentes artesanos que dependían de la corriente religiosa: tallistas, doradores y alarifes que, distribuidos por barrios, dieron un nuevo ambiente al comercio perdido por la Reconquista.

En este contexto de cambio urbanístico, era excepcional la construcción de un nuevo edificio exprofeso para un organismo público como podía ser un hospital, ya que lo más frecuente era la utilización de locales de ocasión en los que se mezclaban diversidad de funciones, amparados por las dos instituciones pilares de la Edad Media: las monásticas y militares.

 En 1514 el hospital se trasladó a un lugar próximo a la Iglesia Mayor, cerca de las actuales calles de Strachan, Bolsa y Molina Lario. El edificio miraba al mar y contaba con un conjunto de casas colindantes sometidas al urbanismo impuesto por la antigua medina. Aquí se ubicó el Hospital de la Caridad con una serie de modificaciones que le darían identidad hasta avanzado el siglo XIX.

LA  ARQUITECTURA HOSPITALARIA

Este hospital era irregular en su fisonomía y estaba rodeado de edificios civiles y religiosos. Contaba con distintas dependencias entre las que destacaba la capilla, elemento primordial e indispensable de la construcción hospitalaria del momento.

La Iglesia era pequeña, de dos naves, y baja de techo, al encontrarse limitada por encima con  parte de las enfermerías. Un humilde campanario construido con ladrillo, cal y madera definían su identidad. Además disponía de varios altares correspondientes a las últimas voluntades de los allí sepultados, al ser utilizada como lugar de enterramiento.

Cabe mencionar el altar con retablo en óleo y dorados, donde figuraba la historia de Santa Ana y la Inmaculada Concepción, a cuyos pies se encontraban los santos Santiago, Bárbara y Sebastián. En el altar mayor se encontraban la imagen de Santa Catalina con los Reyes Católicos arrodillados a sus pies. Por último, las armas reales en el arco principal de la iglesia daban testimonio de la fundación real de la institución.

Los enfermos estaban agrupados en habitaciones más o menos grandes llamadas enfermerías. Estas no eran ningún modelo de higiene y atención médica, por lo que fue necesario hacer varias modificaciones y ampliaciones debido a las exigentes demandas sanitarias de la ciudad. En su favor, no obstante, es interesante destacar en la distribución del hospital, la orientación de sus ventanas al sur, bien soleadas, y la disposición de sus dependencias en pisos altos para evitar los efectos de la humedad.

El hospital también disponía de lavadero, granero, huerto y varios patios interiores entre los que vale la pena mencionar, aquel donde figuraba una fuente con una cruz presidida por la inscripción “Regnavit a ligno deus. 1598, que viene a decir: “Dios reinó desde el madero de la cruz”. Estos patios paliaban en parte la poca salubridad de las estancias por la ventilación que ofrecían.

            La distribución arquitectónica del hospital no sufrió ninguna modificación hasta el año 1628, cuando se propuso edificar una casa para el alojamiento del cirujano mayor con la intención de que prestara asistencia más rápidamente. Desde esta fecha, también se pretendió enriquecer el claustro del hospital con la incorporación del mármol traído de la cantera de Mijas, que quedó trasformado en cuatro columnas. Sin embargo, fueron necesarias más obras de mejora, puestas de manifiesto con la visita del provisor fray Gaspar de Solazaren en 1670. A raíz de su intervención no sólo se restauró la iglesia y la sacristía, dando mayor luminosidad a su bóveda, sino que se mejoró la ventilación de las enfermerías. 
Asimismo, el complejo también quedó dotado de dos fuentes: una para el patio, de mármol blanca, y otra para la cocina y lavadero. La ciudad le concedió en este mismo año media paja de agua de las fuentes públicas, una paja correspondía a un caudal de poco mas de dos centímetros cúbicos de agua por segundo.

Fue en el año 1676, paralelo a la terminación de las obras de la casa de comedias y gracias a la mejora de la economía del hospital, es  cuando se añadieron la enfermería destinada a mujeres, la despensa y la lencería. De igual forma, se incorporaron a la iglesia una imagen de la Virgen de los Dolores y una de Pedro de Mena correspondiente a San Antonio de Padua.

La disposición de los pacientes en las enfermerías, se realizaba en torno a un altar que presidía la estancia de los lechos, muestra de que fe y caridad siempre iban de la mano en la atención de los desvalidos. Concretamente, el hospital contaba con varias salas, todas con su correspondiente altar: una grande para enfermos, ocupada por trece camas y presidida por tres lienzos; otra para cirugía, con once camas, cuatro cuadros donde se podía contemplar a Santa Catalina y a Jesús Nazareno, seguidos de una escalera con un lienzo de la santísima Virgen; y la sala de mujeres, con siete camas y un altar en el que figuraba igualmente la imagen de Nuestra Señora.

Dentro de las dependencias no asistenciales, el hospital contaba con la estancia del mayordomo y la bodega situada en una zona bajo su habitación. En una casa contigua estaban la cocina, la despensa y el horno. Además disponía de una huerta para contribuir al sustento del hospital.

DE LA GESTIÓN HOSPITALARIA

Desde su nueva ubicación a partir del año 1514 y hasta 1680, la Hermandad de la Caridad fue quien siguió regentando el hospital, como ya lo había venido haciendo desde el momento en que se fundó.

El grupo directivo de gestión estaba formado por los hermanos mayores, elegidos de forma periódica, quienes a su vez nombraban a los ministros necesarios y a un administrador o mayordomo, presbítero de alta dignidad de la catedral. La figura del mayordomo era clave en la gestión económica del hospital, tanto que, para comprometerse en el cargo, éste tenía que depositar una fianza antes de su toma de posesión. A finales de 1680, eran cuatro los enfermeros que prestaban asistencia: los seglares Martín Barranco y Juan Alfonso Contreras, y los religiosos Hermano Esteban de la Santísima Trinidad y Hermano Bartolomé de la Purificación.
Asimismo existía el cargo de visitador, designado directamente por su majestad y casi siempre ocupado por una dignidad eclesiástica. Los visitadores se encargaban de informar periódicamente de la gestión hospitalaria y realizaban concienzudas inspecciones recabando numerosos testimonios con un cuestionario que contemplaba diversos aspectos del centro: su fundación, economía, recursos humanos y sus necesidades de bienes muebles e inmuebles. Trasladándonos en el tiempo, podíamos compararlo a lo que hoy manejamos como cuestionario de auditoría de una empresa de acreditación externa.

A través de testimonios documentales, conocemos a varios de los visitadores del hospital, entre los que destacamos, al Dr. Alonso Barba de Sotomayor, Chantre de la Santa Iglesia Catedral en 1616; al Dr. Clavería, Provisor de la Diócesis en 1627; al Canónigo de la Catedral, Dr. Maldonado en 1643, y, por ultimo, a don Gaspar Salas y don Antonio Ibáñez en 1640 y 1675, respectivamente.
Destacamos la visita del Dr. Barba, quien expuso la situación de penurias económicas por las que pasó el hospital, y la del don Antonio Ibáñez, a quien el Racionero Martín Vallejo puso al corriente de la mala gestión realizada por el mayordomo Juan de Lara, acusándole de nueve cargos contra la hacienda del hospital y de la desatención de las recomendaciones por parte de los hermanos mayores hacia los enfermos:
"Pribación perpetua del oficio de tal mayordomo de la cassa de dicho ospital y le declara por ynabil para poderle obtener en tiempo alguno ni otro ningún oficio, ministerio ni ocupación en dicho ospital y por esta mi sentencia definitivamente juzgando así la pronuncio"

Estas irregularidades se convirtieron en uno de los argumentos para la posterior entrada de la orden de San Juan de Dios.

LOS ENFERMOS Y SU ASISTENCIA

Las tres enfermerías del hospital estaban llenas casi por completo y con frecuencia los pacientes se veían recostados en el suelo envueltos en sábanas y mantas castigadas por el tiempo. Cada enfermería apenas disponía de utensilios como jeringas, tijeras, pinzas y cacillos para calentar los principios farmacológicos de  las unturas, éstas últimas de utilización poco frecuente en este hospital. Los pacientes con sífilis, “complicación gálica”, que precisaban terapéuticas mercuriales a base de las mencionadas unturas, no eran tratados en el Hospital de la Caridad y eran trasladados al de Santa Ana.


El número de pacientes ingresados estaba en relación directa con las epidemias, desastres naturales y reyertas callejeras. Su número siempre se duplicaba en primavera y verano.


CONTINUARÁ. . . . . . . . . .

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