Buenos días seguidores.Seguimos hoy con este capitulo que describe como se fue desarrollando el germen del actual hospital.Gracias a todos.
Imágenes Primitivo Hospital de la Caridad.Archivo Diaz Escovar |
CAPÍTULO III
TRASLADO A LOS ALREDEDORES DE LA IGLESIA MAYOR (1514)
ENTRE LA MEDINA Y EL MAR
La
fisonomía de la Málaga
árabe iba cambiando poco a poco, pero la huella de las calles laberinto y la
esfinge de la mezquita mayor todavía se hacían presentes. Muchos de sus
rincones esperaban a ser restituidos por espacios para jardines, huertos e
iglesias que demandaban las órdenes y cofradías religiosas.
En
este contexto de cambio urbanístico, era excepcional la construcción de un
nuevo edificio exprofeso para un organismo público como podía ser un hospital,
ya que lo más frecuente era la utilización de locales de ocasión en los que se
mezclaban diversidad de funciones, amparados por las dos instituciones pilares
de la Edad Media :
las monásticas y militares.
En
1514 el hospital se trasladó a un lugar próximo a la Iglesia Mayor , cerca
de las actuales calles de Strachan, Bolsa y Molina Lario. El edificio miraba al
mar y contaba con un conjunto de casas colindantes sometidas al urbanismo
impuesto por la antigua medina. Aquí se ubicó el Hospital de la Caridad con una serie de
modificaciones que le darían identidad hasta avanzado el siglo XIX.
Este
hospital era irregular en su fisonomía y estaba rodeado de edificios civiles y
religiosos. Contaba con distintas dependencias entre las que destacaba la
capilla, elemento primordial e indispensable de la construcción hospitalaria
del momento.
Cabe
mencionar el altar con retablo en óleo y dorados, donde figuraba la historia de
Santa Ana y la
Inmaculada Concepción , a cuyos pies se encontraban los santos
Santiago, Bárbara y Sebastián. En el altar mayor se encontraban la imagen de
Santa Catalina con los Reyes Católicos arrodillados a sus pies. Por último, las
armas reales en el arco principal de la iglesia daban testimonio de la
fundación real de la institución.
Los
enfermos estaban agrupados en habitaciones más o menos grandes llamadas
enfermerías. Estas no eran ningún modelo de higiene y atención médica, por lo
que fue necesario hacer varias modificaciones y ampliaciones debido a las
exigentes demandas sanitarias de la ciudad. En su favor, no obstante, es
interesante destacar en la distribución del hospital, la orientación de sus
ventanas al sur, bien soleadas, y la disposición de sus dependencias en pisos
altos para evitar los efectos de la humedad.
El
hospital también disponía de lavadero, granero, huerto y varios patios
interiores entre los que vale la pena mencionar, aquel donde figuraba una
fuente con una cruz presidida por la inscripción “Regnavit a ligno deus. 1598” , que viene a decir: “Dios reinó desde el
madero de la cruz”. Estos patios paliaban en parte la poca salubridad de
las estancias por la ventilación que ofrecían.
La distribución arquitectónica del hospital no sufrió
ninguna modificación hasta el año 1628, cuando se propuso edificar una casa
para el alojamiento del cirujano mayor con la intención de que prestara
asistencia más rápidamente. Desde esta fecha, también se pretendió enriquecer
el claustro del hospital con la incorporación del mármol traído de la cantera
de Mijas, que quedó trasformado en cuatro columnas. Sin embargo, fueron
necesarias más obras de mejora, puestas de manifiesto con la visita del
provisor fray Gaspar de Solazaren en 1670. A raíz de su intervención no sólo se
restauró la iglesia y la sacristía, dando mayor luminosidad a su bóveda, sino
que se mejoró la ventilación de las enfermerías.
Asimismo, el complejo también
quedó dotado de dos fuentes: una para el patio, de mármol blanca, y otra para
la cocina y lavadero. La ciudad le concedió en este mismo año media paja de
agua de las fuentes públicas, una paja correspondía a un caudal de poco mas de
dos centímetros cúbicos de agua por segundo.
Fue en el
año 1676, paralelo a la terminación de las obras de la casa de comedias y
gracias a la mejora de la economía del hospital, es cuando se añadieron la enfermería destinada a
mujeres, la despensa y la lencería. De igual forma, se incorporaron a la
iglesia una imagen de la Virgen
de los Dolores y una de Pedro de Mena correspondiente a San Antonio de Padua.
La
disposición de los pacientes en las enfermerías, se realizaba en torno a un
altar que presidía la estancia de los lechos, muestra de que fe y caridad
siempre iban de la mano en la atención de los desvalidos. Concretamente, el
hospital contaba con varias salas, todas con su correspondiente altar: una
grande para enfermos, ocupada por trece camas y presidida por tres lienzos;
otra para cirugía, con once camas, cuatro cuadros donde se podía contemplar a
Santa Catalina y a Jesús Nazareno, seguidos de una escalera con un lienzo de la
santísima Virgen; y la sala de mujeres, con siete camas y un altar en el que
figuraba igualmente la imagen de Nuestra Señora.
Dentro
de las dependencias no asistenciales, el hospital contaba con la estancia del
mayordomo y la bodega situada en una zona bajo su habitación. En una casa
contigua estaban la cocina, la despensa y el horno. Además disponía de una
huerta para contribuir al sustento del hospital.
DE LA GESTIÓN HOSPITALARIA
Desde su
nueva ubicación a partir del año 1514 y hasta 1680, la Hermandad de la Caridad fue quien siguió
regentando el hospital, como ya lo había venido haciendo desde el momento en
que se fundó.
El
grupo directivo de gestión estaba formado por los hermanos mayores, elegidos de
forma periódica, quienes a su vez nombraban a los ministros necesarios y a un
administrador o mayordomo, presbítero de alta dignidad de la catedral. La
figura del mayordomo era clave en la gestión económica del hospital, tanto que,
para comprometerse en el cargo, éste tenía que depositar una fianza antes de su
toma de posesión. A finales de 1680, eran cuatro los enfermeros que prestaban
asistencia: los seglares Martín Barranco y Juan Alfonso Contreras, y los
religiosos Hermano Esteban de la Santísima Trinidad y Hermano Bartolomé de la Purificación.
Asimismo
existía el cargo de visitador, designado directamente por su majestad y casi
siempre ocupado por una dignidad eclesiástica. Los visitadores se encargaban de
informar periódicamente de la gestión hospitalaria y realizaban concienzudas
inspecciones recabando numerosos testimonios con un cuestionario que
contemplaba diversos aspectos del centro: su fundación, economía, recursos
humanos y sus necesidades de bienes muebles e inmuebles. Trasladándonos en el
tiempo, podíamos compararlo a lo que hoy manejamos como cuestionario de
auditoría de una empresa de acreditación externa.
A
través de testimonios documentales, conocemos a varios de los visitadores del
hospital, entre los que destacamos, al Dr. Alonso Barba de Sotomayor, Chantre
de la Santa Iglesia
Catedral en 1616; al Dr. Clavería, Provisor de la Diócesis en 1627; al
Canónigo de la Catedral ,
Dr. Maldonado en 1643, y, por ultimo, a don Gaspar Salas y don Antonio Ibáñez
en 1640 y 1675, respectivamente.
Destacamos
la visita del Dr. Barba, quien expuso la situación de penurias económicas por
las que pasó el hospital, y la del don Antonio Ibáñez, a quien el Racionero
Martín Vallejo puso al corriente de la mala gestión realizada por el mayordomo
Juan de Lara, acusándole de nueve cargos contra la hacienda del hospital y de
la desatención de las recomendaciones por parte de los hermanos mayores hacia
los enfermos:
"Pribación perpetua del oficio de
tal mayordomo de la cassa de dicho ospital y le declara por ynabil para poderle
obtener en tiempo alguno ni otro ningún oficio, ministerio ni ocupación en
dicho ospital y por esta mi sentencia definitivamente juzgando así la
pronuncio"
Estas
irregularidades se convirtieron en uno de los argumentos para la posterior entrada
de la orden de San Juan de Dios.
LOS ENFERMOS Y SU ASISTENCIA
Las
tres enfermerías del hospital estaban llenas casi por completo y con frecuencia
los pacientes se veían recostados en el suelo envueltos en sábanas y mantas
castigadas por el tiempo. Cada enfermería apenas disponía de utensilios como
jeringas, tijeras, pinzas y cacillos para calentar los principios
farmacológicos de las unturas, éstas
últimas de utilización poco frecuente en este hospital. Los pacientes con
sífilis, “complicación gálica”, que precisaban terapéuticas mercuriales a base
de las mencionadas unturas, no eran tratados en el Hospital de la Caridad y eran trasladados
al de Santa Ana.
El
número de pacientes ingresados estaba en relación directa con las epidemias,
desastres naturales y reyertas callejeras. Su número siempre se duplicaba en
primavera y verano.
CONTINUARÁ. . . . . . . . . .
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