Hola queridos seguidores tras un tiempo sin publicar sobre mi libro, os empiezo de nuevo con los capítulos restantes,de un libro que me llevó un montón de horas y del cual estoy orgullosa aunque nunca vio la luz en papel.
Capitulo IX
Una ayuda imprescindible
Una ayuda imprescindible
LAS
HERMANAS DE LA CARIDAD
(Esta obra está protegida en la
Propiedad Intelectual con el número MA-893-09)
En 1633, San
Vicente de Paúl fundó en París la Congregación de las Hermanas de
la Caridad mediante la agrupación de las cofradías de la caridad ya
existentes y bajo la autoridad de Santa Luisa de Marillac. Más
tarde, en 1668, la orden fue aprobada por el papa Clemente IX,
momento desde el que se desarrolló su labor solidaria en Francia y
Polonia durante los siglos XVII y XVIII.
Las
Hijas de la Caridad eran distintas de los otros grupos religiosos de
aquel tiempo. Con el fin de moverse más libremente por las calles y
salas de los hospitales, “tenían
por monasterio las casas de los enfermos; por celda, un cuarto de
alquiler; por capilla, la Parroquia; las calles de la ciudad eran el
claustro de su convento; la obediencia, su clausura; por rejas el
temor de Dios; por velo, su santa modestia” (S. V. Paul, 24 de
agosto de 1659).
Se unían a Dios por votos simples, no solemnes. Pronto en su
historia, se estableció la práctica de los votos anuales, no
perpetuos.
Las primeras
hermanas iban y venían por las calles de París y cuidaban a los
pobres enfermos en sus casas. Después sirvieron en los hospitales,
escuelas y casas para niños expósitos. También comenzaron a
prestar asistencia en los galeotes a los soldados heridos, los
ancianos y los aquejados de alguna enfermedad psíquica. De hecho,
cualquier persona necesitada era objeto de sus cuidados.
En 1857, la
Asociación de Beneficencia Provincial de Málaga se dirigió a París
para solicitar a los superiores de la Compañía -Hijas de la
Caridad- el cuidado de los pacientes del hospital que un día tuvo su
mismo nombre, y que también gestionaran la administración de las
enfermerías. La petición fue aceptada y llegaron siete hermanas
bajo las órdenes de sor Broquedis. El acuerdo se estableció
mediante la firma de un contrato con fecha de 10 de agosto de ese
mismo año.
No fue fácil
para las hermanas la vida en el hospital de los alrededores de la
catedral. El poco espacio del que disponían condicionaba no pocas
veces que durmieran en el suelo para ceder su cama a un nuevo
enfermo. Además, las deficitarias condiciones higiénicas, las
catástrofes naturales y la pobreza hicieron que este grupo de
mujeres abnegadas salieran a pedir limosna para poder dar de comer a
los pacientes.
Las hermanas de
estos momentos fueron: sor Rafaela Puel, sor Magdalena Cras, sor
Marta Chippier, sor Concepción Salas y sor Julia Vincent, “heroínas
de la caridad”,
como las denomina el Dr. Casado
Los contenidos
de sus obligaciones quedaron redactadas en un nuevo reglamento para
el gobierno y régimen interior del Hospital Provincial, publicado
por la Excma. Diputación Provincial en 1899:“Tendrán
a su cargo el aseo del establecimiento y la asistencia y cuidado
inmediato de los enfermos. Cuidarán de la cocina, despensa,
guardarropa, almacén, lavadero y todo el utensilio puesto en
servicio” (Art.173. R.R.I 1899).
Con el traslado
del hospital al actual enclave las hermanas disponían de un pabellón
de dos pisos para su alojamiento. Sin embargo, tenían poco tiempo
para el descanso. Su actividad era continua a través de la
asistencia, de la administración de cada una de las salas y de la
“vela”, una guardia de presencia en cada una de las salas
asignadas. La hermana que la hacía no descansaba al día siguiente.
Al contrario, debía seguir con sus obligaciones.
El Superior
General de la Orden, R. P. Verdier, realizó una visita al hospital
en 1924 que se convirtió en motivo de fiesta y alegría para las
hermanas y demás personal sanitario.
Las hermanas
también se hicieron cargo de la Escuela de Enfermeras cuando ésta
se inauguró en 1931, incluyendo la residencia de estudiantes. Más
adelante dos hermanas llevarían la escuela con 135 enfermeras y 30
matronas. A partir de 1934, a las nuevas hermanas que ingresaban en
la comunidad se les exigía el título oficial de enfermeras.
En 1964,
concluidos sus estudios de medicina en Madrid, llegó a Málaga una
hermana que merece una distinción especial: sor Cecilia Collado.
Tras estar dos cursos como asistente de la Escuela de Enfermería,
marchó a Granada para incorporarse de nuevo al hospital en 1972 y
llegar a ser la superiora de la comunidad desde 1974 hasta 1976. Son
muchos los cambios que esta hermana tuvo que negociar con la
diputación para que las “monjas” fueran consideradas un
trabajador más del hospital.
En un principio,
éstas eran las condiciones del convenio que las hermanas mantenían
con la diputación: las monjas asistían a los enfermos de día y de
noche, atendían la escuela, llevaban la administración de las
salas, controlaban al personal auxiliar, etc; y a cambio recibían
manutención y unas módicas 500 pesetas al mes que, hacia 1973, se
incrementaron hasta 3000. La diputación también se hacía cargo del
entierro de las monjas fallecidas.
Sor Cecilia, por
decisión del Consejo Provincial de la Compañía, consiguió que la
diputación considerara a las monjas como trabajadores del hospital
según su cualificación profesional y mediante un contrato laboral.
Después de esta
situación, las hermanas devolvieron a la diputación un tanto en
concepto de residencia y alimentos.
En el año 1975,
había en el hospital cuarenta Hermanas de la Caridad, de las cuales
ocho eran ATS y 16 enfermeras. De éstas últimas, una era médico,
la hermana Cecilia, y cinco seguían trabajando con más de 65 años
a sus espaldas. Estaban distribuidas entre las salas del hospital con
el fin de impartir cuidados para el cuerpo y el alma.
El hospital
cambió su estructura al implantarse la figura del jefe de personal.
Entonces las hermanas dejaron de ejercer su función como
administradoras de cada una de las salas del hospital. Sin embargo,
era difícil cambiar la mentalidad del personal médico y no médico,
que continuaban dirigiéndose a ellas para cualquier menester. Por
otro lado, las obras de remodelación empezaron y las hermanas no
disponían de un lugar adecuado para su residencia, de tal manera que
a voluntad propia, y tras conversaciones con la diputación,
abandonaron el hospital en agosto de 1976. Desde entonces, acudían
cada día al hospital para incorporarse como un trabajador más. En
este momento, las hermanas desempeñaban los puestos de ocho a diez
enfermeras y algunos auxiliares. La hermana Cecilia ejercía su labor
de médico en la sala de infecciosos y en el año 1978 ganó por
oposición su plaza en el servicio de medicina interna, que tenía al
Dr. Gutiérrez Mata como responsable.
En abril de
1982, el hospital contaba con doce hermanas, la mayoría ATS y
distribuidas entre las distintas salas, el quirófano de urgencia y
el laboratorio. Un año más tarde, en 1983, la hermana Cecilia pidió
la excedencia. Sólo tres hermanas que permanecían en activo
siguieron desempeñando sus labores en el Hospital Clínico, cuando
se decidió traspasar a este centro a todo el personal del Hospital
Civil. En 1988 las hermanas dejaron el Hospital Civil.
Sin embargo, se
abrió una segunda etapa para las hermanas ante la nueva remodelación
del hospital, como Pabellón C de Carlos Haya y el servicio de
rehabilitación ubicado en el Hospital 18 de Julio. Dicho servicio se
trasladó al Hospital Civil y, por este motivo, las hermanas que
realizaban su labor asistencial en el Hospital 18 de Julio desde el
19 de febrero de 1943 se trasladaron al Civil. Así se volvió a
formar una pequeña comunidad de tres monjas. Además, al cerrarse el
Hospital Noble, las Hijas de la Caridad que estaban allí pasaron a
incrementar la comunidad del Hospital Civil en dos oleadas: el 27 de
junio de 1992 y septiembre de 1995, con la incorporación de una
hermana del Hospital de Antequera. Esta nueva comunidad se mantuvo
hasta 2006, año en que se cumplió la jubilación de todos sus
miembros.
Estas mujeres
ejemplares, que por desgracia han abandonado la asistencia sanitaria
pública española, siguen trabajando en otras áreas asistenciales
de nuestra sociedad. Así, la hermana Cecilia Collado sigue hoy
trabajando incansablemente para los demás en la parroquia de Santa
Rosalía Maqueda, y lo hace con la misma ilusión y empuje de sus
primeros años en el hospital.
Los cambios
acontecidos en el sistema sanitario español desplazaron a otras
labores y a otros países a este grupo de mujeres, preparadas
sanitaria y espiritualmente para atender al hombre enfermo.
En 2005 hubo un
reconocimiento de esta congregación a nivel estatal. Gracias a la
propuesta de don Juan Antonio Martínez Camino, secretario de la
Conferencia Episcopal Española, y a la presentación de 48.000
cartas de apoyo, se le concedió el Premio Príncipe de Asturias de
la Concordia a la:
"Promoción
en todo el mundo de los valores de la justicia, la paz y la
solidaridad".
Vicente Álvarez
Areces, jefe del gobierno asturiano y en calidad de presidente del
jurado, fue el encargado de leer el acta en el que se realizó un
reconocimiento expreso a la:
"Excepcional
labor social y humanitaria en apoyo de los desfavorecidos".
Hoy día la
congregación comprende en España nueve provincias canónicas, con
un total de 7.073 hermanas y 742 casas. Éstas realizan una extensa
labor humanitaria en países del tercer mundo como India, Libia,
Angola, Bolivia, Camerún, Congo, Ghana, Ruanda, Haití, Honduras,
Mauritania, Madagascar, Marruecos, Mozambique y República
Dominicana, entre otros. Las Hermanas de la Caridad, atienden
comedores escolares y centros para madres y niños lactantes, así
como sanatorios curativos para enfermos de sida, lepra y
tuberculosis.
Además,
construyen escuelas y se ocupan de la enseñanza de niños y jóvenes.
Su labor está siendo fundamental en la reconstrucción de los países
afectados por las últimas catástrofes naturales y en los cada vez
más numerosos campos de refugiados de todo el mundo.
CONTINUARÁ. . . . .
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