Fuente:Banco de Imágenes de Medicina Española.Patio Central.Hospital 1948 |
PRÓLOGO
Jesús Castellanos
(1954-2012)
Prof.
Titular de Historia de la Medicina.
Universidad
de Málaga
Cuando la autora de este trabajo me solicitó que
escribiese el texto que serviría para presentar el mismo mi aceptación fue
inmediata. No podía ser de otra manera al tratarse de una compañera que,
además, pertenece a la primera promoción de la Facultad de Málaga aquélla que
concluía el año en que yo iniciaba mi andadura docente en la Cátedra de
Historia de la Medicina ubicada, precisamente, en las dependencias que se
habían acondicionado en los sótanos del Hospital Civil para uso de la entonces
bisoña Facultad de Medicina.
Creo que a todos nos resulta muy natural que los grupos
humanos hayan tratado de preguntarse por sus antecedentes, por el devenir de la
realidad que les toca vivir, ya sea familiar, profesional o institucional. En
base a ese interés, y según los momentos, encontramos distintas respuestas que
pueden abarcar desde el mito o la leyenda, a la transmisión oral o al análisis
histórico más profundo. Por ello no me cogió de sorpresa que alguien dedicado a
la faceta clínica hubiese dedicado una buena parte de su tiempo en revisar
datos, en tomar apuntes, en recoger el testimonio de otros colegas y que, en el
caso que nos ocupa, a fuerza de repetirse, ha vuelto a hacer tópica esa doble
faceta de médica y humanista. Pero este interés tan generalizado, tan frecuente
además entre los profesionales de la medicina, adquiere en el caso de la Dra.
Mª Carmen Hernández Lamas una singular dimensión pues une al mismo un
componente plenamente emocional. El haberse interesado por escudriñar sobre el pasado del Hospital Civil
malagueño ha supuesto para la autora
algo más que tratar de conocer el pasado del edificio hospitalario o del espacio donde
desarrolla su actividad profesional, ha querido biografiar algo que lo
considera plenamente suyo pues, en sus propias palabras, “el Hospital Civil siempre estuvo en mi vida”.
Nada más comenzar a leer me dí cuenta que no se trataba
de un trabajo académico ni pretendía ser un sistemático análisis histórico de
esa emblemática realidad malagueña. Son, y la autora así ha querido
denominarlo, una serie de “apuntes
biográficos” que ha ido extrayendo de otros trabajos, de recortes de prensa, de
hechos relatados e incluso de las propias vivencias. Por eso cada una de sus
páginas me evocaba un añejo álbum fotográfico donde cada una de sus
descripciones era capaz de concatenarse con otras posteriores sin necesidad,
muchas veces de analizar cómo los momentos históricos modifican las cosas y
aunque éstas pudieran seguir llamándose de la misma manera su realidad ya es
distinta. No se trata, y eso le pido al lector, de exigirle el uso de una
impecable metodología histórica pues ni
esa es su faceta profesional ni tampoco su intención. Mª Carmen Hernández Lamas
ha querido, y creo que lo ha conseguido, transmitir ordenadamente los datos que
con su esfuerzo y su inquietud ha logrado rescatar de archivos, hemerotecas o
de la propia comunicación con otros profesionales. Los ha unido y ordenado y
con ello ha recorrido cronológicamente lo que ha supuesto una parcela de la
historia asistencial en nuestra ciudad. Porque resulta llamativo que teniendo
como común denominador la biografía de una institución perteneciente a la
desaparecida Beneficencia Provincial, como es el caso del Hospital Civil, el
texto nos introduzca primero, en el modelo asistencial caritativo, el que
ofrecía el Hospital Real de la Caridad y cómo la sustitución de este modelo, que
dejó paso al modelo burgués de la beneficencia, necesitó utilizar como primera
sede física aquel hospital ubicado en los alrededores de la Catedral.
Cuando este nuevo modelo asistencial se consolidó y la
ciudad, a lo largo del siglo XIX conoció un evidente desarrollo derivado de su
expansión económica, se puso en evidencia la crítica situación de aquel antiguo
edificio y la apremiante necesidad de construir otro, nuestro Hospital Civil,
que acabó por ser no sólo el lugar apropiado para la asistencia de los enfermos
pobres sino toda un institución local con lo que de reconocimiento público ha
tenido su labor sanitaria. No entro en valorar ni estadísticas ni parámetros
económicos o sanitarios simplemente señalo que el Hospital Civil vino a formar
parte de ese sentimiento colectivo que le reconoce como útil. Que vino a transformar el propio entorno urbano,
la propia imagen de un espacio que pasó de ser periferia prácticamente agrícola
y se fue vinculando, poco a poco, a la imagen tradicional de la ciudad de tal
manera que hoy nos cuesta renunciar a la denominación, acuñada en el siglo XIX
que lo definía como hospital de beneficencia, y reconocerlo como un pabellón
más del Hospital Regional Universitario.
Presenta este libro, por ese apriorismo vivencial a partir
del cual lo ha pensado y escrito su autora, esa posibilidad imaginaria de
reescribir o ampliar cada uno de nosotros alguno de sus capítulos. Esos que
hablan del tiempo cercano. De ese tiempo en que siendo estudiantes de Medicina,
el Hospital Civil nos abría sus salas para iniciar nuestro aprendizaje. De ese
que nos puso, por vez primera, frente por frente a la realidad del enfermo.
Caben en este libro esas percepciones particulares que, en mi caso, se ubican
en la Sala de Infecciosos, junto al magisterio del Dr. Gutiérrez Mata y de los
Dres. Gémar y Benages y, un poco más tarde, es el escenario de aquella
frustrada Facultad donde inicié mi quehacer históricomédico junto al Dr.
Carrillo Martos.
Los apuntes que ha ido hilvanando, corrigiendo y
aumentando la Dra. Hernández Lamas nos pone al alcance de nuestras manos un
buen instrumento, sobre todo en lo que respecta a la etapa contemporánea, que
perfila muy bien los cambios de modelos asistenciales e incluso la propia
concepción del Hospital. En ellos la autora se siente partícipe como estudiante
o como profesional de muchas de aquellas situaciones, porque las ha vivido y
además vivido intensamente.
Dieciséis capítulos componen este trabajo que nos hace
recorrer momentos históricos distintos y distantes. Desde aquel primer Hospital
Real de la Caridad, del siglo XVI, pasando por la construcción del Hospital
Civil Provincial en el último tercio del XIX, hasta la situación actual en el
que el edificio forma parte de un complejo sanitario regional. Hay en estos
apartados miradas desiguales porque también es desigual la información que
maneja la autora y otras que tratan de unir las personas al Hospital porque
esta realidad necesitó de autores, de colaboradores y sobre todo de actores. En
este sentido pasan por nuestras manos arquitectos, políticos, mecenas y, sobre
todo, profesionales de la asistencia: médicos, enfermeras y auxiliares.
Desfilan ante nosotros los Directores del centro, recordándolos en sus
gestiones. Repasa los momentos difíciles del Hospital no sólo en las crisis
epidémicas sino, sobre todo en las sociales y deja perfectamente señalado, cómo
fue el tránsito de un modelo asistencial benéfico a otro colectivizado teniendo
que adaptar sus estructura a la nueva organización sanitaria que se vivió a partir
de la transición política.
Su amena lectura hace que nos preguntemos el por qué de
muchas actuaciones, desde su transformación arquitectónica a finales de los
setenta del siglo XX, con un proyecto tan poco respetuoso a la historia del
edificio, como el traslado de toda su plantilla, su material, su archivo y su
biblioteca al Hospital Clínico Universitario.
Acercarse a esta biografía de una institución que dejó
de ser lo que era, el Hospital Civil, pero que, sin embargo, dejó grabado su
denominación entre los malagueños nos hace recordar que allí se gestó la
primera Escuela de Enfermería, el primer pabellón pediátrico, la primera
maternidad malagueña, el esbozo de la primera Facultad de Medicina y tantas
otras cosas que sirvieron para hacer más sólida y adecuada la asistencia
sanitaria en nuestra ciudad.
Pero no quisiera terminar esta introducción sin hacer
mención y memoria, aunque memoria anónima, de los principales protagonistas de
Hospital Civil malagueño. Me refiero a los enfermos que a él acudieron. Un
Hospital de Caridad o un Hospital de Beneficencia, aunque ideológicamente se
encuentren separados por el sentido de una acción religiosa o legal, tienen un
denominador común estar creados para atender a los enfermos pobres de
solemnidad, y uso la terminología del momento. Ellos fueron la base del
ejercicio asistencial. Ellos fueron los pacientes que llenaron aquellos
pabellones. De allí salieron sanos o muertos y, sobre ellos, los médicos y
auxiliares, ya fuesen las Hermanas de la Caridad o los profesionales de la
enfermería dieron lo mejor de cada uno tratando de conseguir que se erradicara
la enfermedad y que recobrasen la salud. Sin ellos la institución que la Dra.
Hernández Lamas estudia, no hubiese existido.
CONTINUARÁ. . . .
Este libro es el reflejo de alguien que ha entregado su vida a un hospital que ha salvado la de muchas. Enhorabuena a la autora, que además de buena médico y cocinera, también deleita con el arte de las palabras.
ResponderEliminarMil gracias por su comentario,me llena de satisfacción y orgullo sabiendo que quien lo ha hecho es un gourmet del manejo de las letras y la creatividad.
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